Estrés. Una palabra que nos hemos acostumbrado –posiblemente demasiado- a oír en los últimos tiempos, pero desgraciadamente aun no todo el mundo es consciente sobre qué significa y, por encima de todo, qué comporta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso al estrés como una de las enfermedades del siglo XXI. Diversos estudios definieron el estrés como Síndrome de Adaptación General (SAG) o respuesta defensiva del cuerpo o de la psique a las lesiones o al estrés prolongado (Selye, 1956).
El análisis del estrés a lo largo del siglo ha llevado a destacar cuatro factores diferentes que condicionan el mismo: la duración (estrés puntual o permanente), los estímulos desencadenantes, las consecuencias (psicológicas o fisiológicas) y el contexto en que se produce. Precisamente este último punto es el que da paso al cada día más extendido estrés laboral.
El estrés en el trabajo es un problema verdaderamente preocupante. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2018 el 30% de las bajas laborales en España son causadas por el estrés y la ansiedad. Pero el problema no acaba aquí. Aunque no todos los trabajadores deciden coger la baja por estrés, las consecuencias siguen siendo igualmente negativas para aquellos empleados estresados que siguen con su rutina laboral, y es que las personas que sufren estrés en el trabajo son menos productivas que aquellas que tienen una buena salud emocional; de hecho, se calcula que el descenso de la producción es hasta un 60% menor.
Principales consecuencias del estrés laboral
Como cualquier otro tipo de estrés, el laboral puede acarrear consecuencias físicas (desde cansancio excesivo a trastornos gastrointestinales, cardiovasculares, respiratorios, endocrinos o dermatológicos, entre otros) y, por supuesto, consecuencias mentales: incapacidad para tomar decisiones, confusión, falta de concentración, déficit de atención o preocupación excesiva, entre otros.
No obstante, al tratarse de un tipo de estrés en un contexto concreto (nuestro ámbito de trabajo) hay que tener en cuenta un tercer tipo de secuelas que no pasa desapercibido: las consecuencias organizativas. Es aquí donde encontramos el descenso productivo de la persona afectada que, más allá del problema en sí mismo, puede acabar generando conflictos laborales si en su rutina laboral se ven implicados otros trabajadores, creando así un mal ambiente de trabajo.
En algunos tipos de trabajo, como por ejemplo una cadena de montaje en una fábrica, el temido efecto dominó generado por un trabajador con estrés es altamente probable, algo que afecta directamente a la salud laboral de la empresa. En estos casos es cuando una buena estrategia de salud laboral y PRL se hace más necesaria que nunca.
Anticiparse a las consecuencias del estrés laboral es una de las tareas que el responsable de salud y seguridad laboral en una empresa debe llevar a cabo. De hecho, es imprescindible que la compañía disponga de un plan para coordinar la actividad preventiva de la empresa así como de un software especializado en materia de salud laboral y prevención de riesgos laborales, como Alejandría.
Intervenir de forma temprana en este tipo de casos es clave para evitar que el estrés laboral se extienda y desencadene en casos de absentismo, bajas laborales u otras consecuencias, las cuales inevitablemente mermarán no solo la productividad en nuestra empresa, sino el grado de satisfacción de nuestros trabajadores y, con ello, la salud empresarial de nuestra organización.